100. VIVIR
HAY gente -a veces somos nosotros- que no sabe vivir en este mundo porque confunde la vida con los nervios y la muerte con el sueño. Porque cree que no hay más vida que ésta ni otro vivir que el de ahora. La rueda de la vida nos engaña con un retorno constante de sucesos y estaciones que nos hacen olvidar que hubo un principio y que habrá un fin. La rueda empieza, la rueda avanza, la rueda llega y se para. Lo peor que nos puede pasar es vivir como si esto fuera todo.
Vivir bien es una cosa pequeña y sencilla y grandiosa. Un mero trámite importantísimo. Un pasito de gigante. Un andar por donde quieras acompañado y protagonista. Ver todo con ojos de niño. Sonreir o abrir la boca por un pájaro que pasa o que canta. Abrir la ventana como quien abre un regalo. Escudriñar en la lejanía, entre las nieblas, y soñar despierto que de pronto vemos algo que nunca nadie había visto hasta entonces. Sentir la emoción de descubrir. De ser un pionero. Entender de golpe que todo encaja, que todas las cosas tienen un por qué. Hasta las cosas feas, o los malos olores. Descubrir en lo evidente los hilos de toda la tramoya, las causas de la gravitación y del amor. Ser Noe que sale del arca. Ver enamorado la tierra vacía y limpia. Empezar la tarea, arremangado, temprano. Saber que un día nacimos. Saber que un día hemos de morir. Saber que el tiempo es oro. Estar siempre en compañía... Vivir, eso es vivir. Y si salen mal las cosas, si se alarga el diluvio... aguantar, esperar. Todo eso es también VIVIR.
F. Javier Garisoain
Babelicismos
Pequeño diccionario para entenderse en la nueva Babel
POLÍTICA
99. POLÍTICA
POLITICA es eso que queda fuera de cada familia: las estadísticas, las leyes, el control, el gobierno, la policía, la subvención, la historia, las banderas, la seguridad social, las elecciones, los partidos, las guerras, las huelgas. Son muchas cosas pero no son todas las cosas. No es política -no debiera serlo- lo que hace o deja de hacer una familia desde el mismo momento en que uno y una se casan. El ámbito familiar es por definición apolítico, prepolítico, suprapolítico. Es el terreno misterioso de las leyes cotidianas -y femeninas- no escritas. La expresión “política familiar” es una pura contradicción. La única política familiar no totalitaria es la de los políticos que reconocen y respetan la realidad sagrada y preconstitucional de cada familia. La crisis contemporánea de la familia es el resultado, principalmente, del ataque, de la invasión, que viene sufriendo por parte de todas las ideologías individualistas. Tanto para los ideólogos liberales como para los socialistas la familia no es mas que un obstáculo. Una barrera que dificulta la expansión del mercado y la intromisión del estado. Por eso han prohibido el matrimonio indisoluble y han equiparado la familia con cualquier otra unión. Porque quieren la muerte legal de la familia. Porque quieren para si la educación de los niños. Porque no ven mas que política. Solo política. Son politólatras, politómanos. Fanáticos de la política que quieren politizar la familia, la Iglesia, la cultura, todo. La sexualidad, la educación, la cocina casera, la amistad, la moda, todo. Esa idea de política tiene un nombre: TOTALITARISMO.
F. Javier Garisoain
POLITICA es eso que queda fuera de cada familia: las estadísticas, las leyes, el control, el gobierno, la policía, la subvención, la historia, las banderas, la seguridad social, las elecciones, los partidos, las guerras, las huelgas. Son muchas cosas pero no son todas las cosas. No es política -no debiera serlo- lo que hace o deja de hacer una familia desde el mismo momento en que uno y una se casan. El ámbito familiar es por definición apolítico, prepolítico, suprapolítico. Es el terreno misterioso de las leyes cotidianas -y femeninas- no escritas. La expresión “política familiar” es una pura contradicción. La única política familiar no totalitaria es la de los políticos que reconocen y respetan la realidad sagrada y preconstitucional de cada familia. La crisis contemporánea de la familia es el resultado, principalmente, del ataque, de la invasión, que viene sufriendo por parte de todas las ideologías individualistas. Tanto para los ideólogos liberales como para los socialistas la familia no es mas que un obstáculo. Una barrera que dificulta la expansión del mercado y la intromisión del estado. Por eso han prohibido el matrimonio indisoluble y han equiparado la familia con cualquier otra unión. Porque quieren la muerte legal de la familia. Porque quieren para si la educación de los niños. Porque no ven mas que política. Solo política. Son politólatras, politómanos. Fanáticos de la política que quieren politizar la familia, la Iglesia, la cultura, todo. La sexualidad, la educación, la cocina casera, la amistad, la moda, todo. Esa idea de política tiene un nombre: TOTALITARISMO.
F. Javier Garisoain
ESPÍRITU
98. ESPÍRITU
LA cuestión es dilucidar si existen o no los espíritus. O hay o no hay. Según se piense en esta cuestión se verán todas las cosas de una u otra forma. Todo cambia conforme sea nuestro criterio respecto a los espíritus. Si uno no cree en el espíritu -porque ha llegado a la conclusión de que sólo son reales los fenómenos tangibles, mensurables y demostrables científicamente- queda automáticamente eximido de rezar, de ser superticioso, e incluso de tener miedo. Pero si uno abre la puerta a la creencia en los espíritus la cosa cambia. Porque entonces uno puede legítimamente temer a los espíritus malignos y amar a los bondadosos. Caben entonces la oración, y la fe en la otra vida, y en Dios, y en los ángeles, y en las almas en pena. En cuanto uno empieza a creer en los espíritus el mundo crece en una explosión de infinitos colores y formas. La historia y el futuro se alargan en un antes y un después inabarcables, infinitos. Si no se cree en los espíritus no existe nada más que la escueta crónica de los sentidos y todo se empobrece, se acorta, se seca. No es verdad que sea más abierto el hombre inmanente que el religioso. El espiritualista tolera siempre mucho más que el materialista. La persona con espíritu tiene más paciencia, soporta mejor, cree más, respeta más, espera más y se resigna más. En cambio la mente esférica y perfecta del racionalista increyente no soporta el misterio, no tolera los milagros, ni la muerte. Los que creemos en los espíritus sabemos que las cosas invisibles existen. Por eso tenemos ESPERANZA.
F. Javier Garisoain
LA cuestión es dilucidar si existen o no los espíritus. O hay o no hay. Según se piense en esta cuestión se verán todas las cosas de una u otra forma. Todo cambia conforme sea nuestro criterio respecto a los espíritus. Si uno no cree en el espíritu -porque ha llegado a la conclusión de que sólo son reales los fenómenos tangibles, mensurables y demostrables científicamente- queda automáticamente eximido de rezar, de ser superticioso, e incluso de tener miedo. Pero si uno abre la puerta a la creencia en los espíritus la cosa cambia. Porque entonces uno puede legítimamente temer a los espíritus malignos y amar a los bondadosos. Caben entonces la oración, y la fe en la otra vida, y en Dios, y en los ángeles, y en las almas en pena. En cuanto uno empieza a creer en los espíritus el mundo crece en una explosión de infinitos colores y formas. La historia y el futuro se alargan en un antes y un después inabarcables, infinitos. Si no se cree en los espíritus no existe nada más que la escueta crónica de los sentidos y todo se empobrece, se acorta, se seca. No es verdad que sea más abierto el hombre inmanente que el religioso. El espiritualista tolera siempre mucho más que el materialista. La persona con espíritu tiene más paciencia, soporta mejor, cree más, respeta más, espera más y se resigna más. En cambio la mente esférica y perfecta del racionalista increyente no soporta el misterio, no tolera los milagros, ni la muerte. Los que creemos en los espíritus sabemos que las cosas invisibles existen. Por eso tenemos ESPERANZA.
F. Javier Garisoain
CIUDADANOS
97. CIUDADANOS
LAS ciudades de este siglo XXI en nada se parecen a aquellas clásicas polis griegas de la antigüedad. En nada a la pequeña civitas romana. Cuando nos llaman ciudadanos no es porque confíen en nosotros, en nuestra capacidad de decisión, en nuestro voto responsable, en nuestra participación activa en las cosas de la “res publica”. Es porque no han encontrado otra palabra que defina mejor a unos individuos aislados y sometidos sin remedio al poder político. No nos llamarán -de momento- ni esclavos, ni siervos, ni súbditos. Porque les interesa que nos creamos algo. Nos llaman ciudadanos para no decir vecinos. Nos llaman ciudadanía para no hablar de familias. A quien nos llama ciudadanos no le interesa que establezcamos cauces naturales de relación con otros vecinos. No le interesa la institucionalización de la familia. No quiere lazos. No quiere redes. No quiere mercados que escapen a su control. La idea de ciudadanía que surge en París en 1789 no es la del “pater familias” de la antigua Roma. Es sólo una caricatura de aquella. Porque el antiguo romano era ciudadano entre otras muchas cosas y en cambio esta moderna ciudadanía excluye todas las demás circunstancias que son propias de las personas libres que libremente se relacionan unas con otras. El dilema no está entre el ciudadano o el pueblerino. No está entre el urbanita y el campestre. No está entre el asfalto y el barro. El dilema está entre el ciudadano perfecto que nunca se equivoca cuando vota y el vecino responsable que, puesto que es libre, a veces mete la PATA.
F. Javier Garisoain
LAS ciudades de este siglo XXI en nada se parecen a aquellas clásicas polis griegas de la antigüedad. En nada a la pequeña civitas romana. Cuando nos llaman ciudadanos no es porque confíen en nosotros, en nuestra capacidad de decisión, en nuestro voto responsable, en nuestra participación activa en las cosas de la “res publica”. Es porque no han encontrado otra palabra que defina mejor a unos individuos aislados y sometidos sin remedio al poder político. No nos llamarán -de momento- ni esclavos, ni siervos, ni súbditos. Porque les interesa que nos creamos algo. Nos llaman ciudadanos para no decir vecinos. Nos llaman ciudadanía para no hablar de familias. A quien nos llama ciudadanos no le interesa que establezcamos cauces naturales de relación con otros vecinos. No le interesa la institucionalización de la familia. No quiere lazos. No quiere redes. No quiere mercados que escapen a su control. La idea de ciudadanía que surge en París en 1789 no es la del “pater familias” de la antigua Roma. Es sólo una caricatura de aquella. Porque el antiguo romano era ciudadano entre otras muchas cosas y en cambio esta moderna ciudadanía excluye todas las demás circunstancias que son propias de las personas libres que libremente se relacionan unas con otras. El dilema no está entre el ciudadano o el pueblerino. No está entre el urbanita y el campestre. No está entre el asfalto y el barro. El dilema está entre el ciudadano perfecto que nunca se equivoca cuando vota y el vecino responsable que, puesto que es libre, a veces mete la PATA.
F. Javier Garisoain
ANCIANIDAD
96. ANCIANIDAD
LA mentalidad horizontalista mide el progreso de un país según la cantidad de años que vivan sus habitantes. En Europa la media de longevidad resulta muy alta (debido, entre otras cosas, a que en esa estadística no se contabilizan los niños abortados antes de nacer). Otras estadísticas dicen que cada europeo medio ve unas cuatro horas de televisión cada día. Es decir, que si uno de esos europeos longevos llega a los ochenta años habrá invertido -siempre según lo que indican las estadísticas- nada menos que 13,15 años delante de un televisor. Y ahora plantearé una pregunta incómoda: ¿qué clase de vida se vive mientras se ve la televisión? Esa vida ni es vigilia ni es sueño. Es una especie de hemodiálisis mental durante la cual la libertad individual queda en suspenso y en la que incluso los sueños son orientados por personas ajenas al propio interesado. Está claro que a lo largo de esos 13,15 años el cuerpo madura, se desgasta y envejece. Pero ¿qué pasa con el alma?. ¿Y si resulta que nuestro europeo medio octogenario no tiene al final 80 años de vida sino sólo 67? Son las paradojas del progreso científico que hacen que uno se pregunte si para ese viaje hacían falta aquellas alforjas. Por un lado la ciencia médica nos procura una vida media de 80 años. Por otro la ciencia del entretenimiento se encarga de desperdiciar esos años ganados a la hermana muerte. Al final la partida queda en tablas. Y todo porque nos hemos fijado más en la cantidad que en la calidad. Y todo porque nos preocupa más llegar a viejos que SALVARNOS.
F. Javier Garisoain
LA mentalidad horizontalista mide el progreso de un país según la cantidad de años que vivan sus habitantes. En Europa la media de longevidad resulta muy alta (debido, entre otras cosas, a que en esa estadística no se contabilizan los niños abortados antes de nacer). Otras estadísticas dicen que cada europeo medio ve unas cuatro horas de televisión cada día. Es decir, que si uno de esos europeos longevos llega a los ochenta años habrá invertido -siempre según lo que indican las estadísticas- nada menos que 13,15 años delante de un televisor. Y ahora plantearé una pregunta incómoda: ¿qué clase de vida se vive mientras se ve la televisión? Esa vida ni es vigilia ni es sueño. Es una especie de hemodiálisis mental durante la cual la libertad individual queda en suspenso y en la que incluso los sueños son orientados por personas ajenas al propio interesado. Está claro que a lo largo de esos 13,15 años el cuerpo madura, se desgasta y envejece. Pero ¿qué pasa con el alma?. ¿Y si resulta que nuestro europeo medio octogenario no tiene al final 80 años de vida sino sólo 67? Son las paradojas del progreso científico que hacen que uno se pregunte si para ese viaje hacían falta aquellas alforjas. Por un lado la ciencia médica nos procura una vida media de 80 años. Por otro la ciencia del entretenimiento se encarga de desperdiciar esos años ganados a la hermana muerte. Al final la partida queda en tablas. Y todo porque nos hemos fijado más en la cantidad que en la calidad. Y todo porque nos preocupa más llegar a viejos que SALVARNOS.
F. Javier Garisoain
ARGUMENTOS
95. ARGUMENTOS
DISCUTO, luego existo. Pero cada vez hay menos discutidores y por eso a veces me aburro. Una buena discusión no es cualquier cosa porque si se hace bien sirve para encontrar la verdad. Lo que pasa es que una discusión sin argumentos es como un cuerpo sin esqueleto. Creo que nos faltan un poco más de método y de argumentos. Falta lógica. Pongamos un ejemplo: Argumentan algunos malos discutidores que el matrimonio puede ser cualquier cosa porque siempre es mejor una pareja de homosexuales amables que un matrimonio violento. Este es su argumento máximo y se nota que están orgullosos-gays- del mismo. Pero ¿es que nadie se da cuenta de que es un argumento comparativo que mezcla cuatro conceptos? Es como si se compara la carne fría con el pescado caliente. Es como si alguien dijera que es mejor tener en casa plantas de plástico limpias que plantas de verdad con pulgones. O que es mejor comer basura fresca que comida envenenada. O que es mejor respirar aire puro que beber agua estancada. La trampa está en que las cosas hay que compararlas de dos en dos y no de cuatro en cuatro. En ese argumento falso se mezclan cuatro conceptos: pareja homosexual, amabilidad, matrimonio y violencia. Es natural que si se compara la amabilidad con la violencia gane la primera. Pero también es indudable que si se compara una pareja homosexual ideal con un matrimonio ideal sale ganando el matrimonio. ¿Por qué no retiran ya ese argumento y buscan otro? Me temo que es porque no les gusta discutir, ni VIVIR
.
F. Javier Garisoain
DISCUTO, luego existo. Pero cada vez hay menos discutidores y por eso a veces me aburro. Una buena discusión no es cualquier cosa porque si se hace bien sirve para encontrar la verdad. Lo que pasa es que una discusión sin argumentos es como un cuerpo sin esqueleto. Creo que nos faltan un poco más de método y de argumentos. Falta lógica. Pongamos un ejemplo: Argumentan algunos malos discutidores que el matrimonio puede ser cualquier cosa porque siempre es mejor una pareja de homosexuales amables que un matrimonio violento. Este es su argumento máximo y se nota que están orgullosos-gays- del mismo. Pero ¿es que nadie se da cuenta de que es un argumento comparativo que mezcla cuatro conceptos? Es como si se compara la carne fría con el pescado caliente. Es como si alguien dijera que es mejor tener en casa plantas de plástico limpias que plantas de verdad con pulgones. O que es mejor comer basura fresca que comida envenenada. O que es mejor respirar aire puro que beber agua estancada. La trampa está en que las cosas hay que compararlas de dos en dos y no de cuatro en cuatro. En ese argumento falso se mezclan cuatro conceptos: pareja homosexual, amabilidad, matrimonio y violencia. Es natural que si se compara la amabilidad con la violencia gane la primera. Pero también es indudable que si se compara una pareja homosexual ideal con un matrimonio ideal sale ganando el matrimonio. ¿Por qué no retiran ya ese argumento y buscan otro? Me temo que es porque no les gusta discutir, ni VIVIR
.
F. Javier Garisoain
PROSTITUCION
94. PROSTITUCION
NO SE si será el oficio más viejo del mundo, pero es el negocio de este mundo. Existen algunos capítulos en la economía del siglo XXI en los que la variante prosti-pornográfica se ha convertido en capítulo aparte. Venta de cuerpos y venta de almas. Una cosa es la publicidad en la prensa, y capítulo aparte lo que ingresan muchos diarios presuntamente respetables por anunciar la prostitución. Una cosa tremendamente invasiva es internet; pues resulta que su capítulo cochino ocupa una proporción escandalosa. Una cosa es la inmigración, y resulta que el 90% de las prostitutas que fornican en España son inmigrantes. Una cosa es el turismo; y ahora resulta que el llamado turismo sexual es una modalidad más rentable que el cultural. Pero es que pasa exactamente lo mismo con el cine, y con las revistas, y con la televisión. Ahora que estábamos eliminando el “apartheid” de fumadores y no fumadores a golpe de censura anti-tabaco resulta que vamos a tener que exigir zona-para-todos-los-públicos separada de la zona-guarra-x. ¡Algo habrá que hacer! Para empezar alguien tendrá que decir que la prostitución es un negocio inmoral, que fomenta nuevas formas de esclavitud, que propaga enfermedades físicas y psíquicas, que enriquece a unos pocos, que destroza muchas familias, que incrementa la violencia doméstica, que reduce a la mujer a la categoría de objeto y, en fin, que atonta al personal. A ver si se enteran los post-marxistas: que los curas ya no son quienes controlan el opio del pueblo. Que ahora son los CHULOS.
F. Javier Garisoain
NO SE si será el oficio más viejo del mundo, pero es el negocio de este mundo. Existen algunos capítulos en la economía del siglo XXI en los que la variante prosti-pornográfica se ha convertido en capítulo aparte. Venta de cuerpos y venta de almas. Una cosa es la publicidad en la prensa, y capítulo aparte lo que ingresan muchos diarios presuntamente respetables por anunciar la prostitución. Una cosa tremendamente invasiva es internet; pues resulta que su capítulo cochino ocupa una proporción escandalosa. Una cosa es la inmigración, y resulta que el 90% de las prostitutas que fornican en España son inmigrantes. Una cosa es el turismo; y ahora resulta que el llamado turismo sexual es una modalidad más rentable que el cultural. Pero es que pasa exactamente lo mismo con el cine, y con las revistas, y con la televisión. Ahora que estábamos eliminando el “apartheid” de fumadores y no fumadores a golpe de censura anti-tabaco resulta que vamos a tener que exigir zona-para-todos-los-públicos separada de la zona-guarra-x. ¡Algo habrá que hacer! Para empezar alguien tendrá que decir que la prostitución es un negocio inmoral, que fomenta nuevas formas de esclavitud, que propaga enfermedades físicas y psíquicas, que enriquece a unos pocos, que destroza muchas familias, que incrementa la violencia doméstica, que reduce a la mujer a la categoría de objeto y, en fin, que atonta al personal. A ver si se enteran los post-marxistas: que los curas ya no son quienes controlan el opio del pueblo. Que ahora son los CHULOS.
F. Javier Garisoain
Suscribirse a:
Entradas (Atom)