PALABRAS

78. PALABRAS

ESTA postmodernidad progre está cumpliendo con eficacia la tarea heroica de destruir ese cáncer de la humanidad que son las palabras. Sin ellas vivíamos mejor: el viejo Adán no había terminado su trabajo y el lenguaje gestual, puro y sincero, nos evitaba la engorrosa tarea de pensar. Pero después llegaron las palabras, cientos, miles de palabras. Y llegó, envuelta en la luz artificial de la razón, la filosofía, impulsada por el ansia de conocer la verdad de las cosas. Y llegaron la teología y las demás ciencias. Y las discusiones. Y los argumentos. Y las definiciones. Y los diccionarios. Y así hasta hoy. ¿Para qué queremos ahora todas esas palabras teniendo una televisión que nos retorna a los días perdidos del paraiso in-fantil? Sigamos destruyendo palabras. Una nación ya no es el pueblo en que se nace; la patria ya no tiene que ver con nuestros padres; un hijo lo será si lo dice la ley; lo verdadero y lo falso ya no existen; cualquier palabra puede cambiar a nuestro antojo dependiendo del dinero que invirtamos en publicidad. Matar un niño antes de nacer es interrumpir un embarazo. Creer en Dios es ser un fanático; creer en cualquier cosa es ser una persona abierta. El camino para la destrucción del lenguaje está bien marcado. Cualquier discusión será inútil. Las palabras ya no servirán para designar realidades sobre las que intentar el acuerdo. Yo tendré mi idea. Tú tendrás tu idea. Nunca podré convencerte. Nunca me convencerás; porque aunque haya verdades indiscutibles ¿quién podrá convencerme de sus certezas? Un esfuerzo más y ya no será preciso hablar mas que de FÚTBOL.

F. Javier Garisoain