NIÑOS

87. NIÑOS

LA posibilidad de crecer sin prisa en un ambiente de inocencia era una de las ventajas que habían llegado a tener los niños en aquella antigua y respetable cultura cristiana que dividía a las personas en dos grupos: hijos y padres. La niñez filial había sido una enorme conquista de la civilización. Pero la perdimos cuando venció la tentación de la eterna juventud, la aspiración absurda de no querer ser ni hijos ni padres sino jóvenes tan solo, medio huérfanos, sin inocencia ni responsabilidad. Jóvenes preocupados por olvidar que fueron niños e inconscientes de la posibilidad de ser padres. Por culpa de esa jovenmanía los niños ya no tienen lo que necesitan. Ya no se les deja jugar en paz. Ya no se les aguanta con paciencia. Ya no se les permite crecer a su aire. Ya no se les dan ni hermanos, ni amigos, ni espacios abiertos. Se les enchufa a la televisión para que no molesten y por eso se olvidan de imaginar, y por eso dejan de jugar a ser padres y en cambio juegan a ser jóvenes famosos. Imitan, porque sólo son niños, a anti-modelos que ni son hijos ni son padres. Ni fu, ni fa. Ni chicha, ni limoná. Pero los niños siguen necesitando una visión coherente de las cosas. Necesitan razones. Necesitan cuentos con moraleja. Necesitan palabras con que pensar, hablar y escribir. Entre los niños-soldado de Africa y los niños-joven de Europa sólo hay una diferencia y es que nosotros estamos, oficialmente, en tiempo de paz. Unos y otros son como los niños perdidos. No son ni hijos, ni padres, sólo pequeños jóvenes amorfos fácilmente MANIPULABLES.

F. Javier Garisoain