CONFESIONALIDAD

85. CONFESIONALIDAD

CONFESAR es decir a alguien la verdad en la que se cree. Confesional es quien confiesa. Aconfesional es quien -por la razón que sea- no confiesa. Confesar es pues hacer una confesión. Ahora bien, suponiendo que el vacio mental no existe y que todas las personas creen en algo ¿es posible vivir sin confesar nunca a nadie la verdad en la que se cree? ¿Es posible ser siempre aconfesional? La confesionalidad o aconfesionalidad no se refiere pues tanto a la persona -que es necesariamente un ser confesional- como al momento. Si estuviésemos todo el día con un altavoz en la mano rezando el Credo no seríamos más confesionales sino más chiflados. Y de la misma forma, si nunca confesáramos nada a nadie no seríamos propiamente aconfesionales sino anormales. El debate sobre la confesionalidad o aconfesionalidad de los cristianos en la vida pública es una vieja trampa en la que seguimos cayendo como borregos los ingenuos y poco astutos “hijos de la luz”. Gracias al “tapabocas” de la a-confesionalidad consiguen los enemigos de la Iglesia que los católicos nos quedemos calladitos precisamente cuando llegaba el momento preciso de decir a alguien la verdad en la que se cree. Y encima nosotros  pensamos que hacemos bien porque asi no discutimos, porque así no incomodamos a nadie, porque así todo sigue como si nada pasase. Pero claro que pasa. Aquellos que son confesionales del relativismo, confesionales del laicismo, confesionales del puro bienestar, confesionales del islamismo, confesionales del marxismo, confesionales del esoterismo, confesionales de la “nueva era”... no se dejan acomplejar como nosotros y por eso se llevan al gato al agua. La confesionalidad es un bien. Y un bien mayor si lo que se confiesa es la Verdad. Y si estoy equivocado en confesarlo confieso que será la Iglesia quien me haga CALLAR.

F. Javier Garisoain