NACIONALISMO

81. NACIONALISMO

NO voy a entrar en disquisiciones sobre la maldad o bondad del nacionalismo. Lo que me extraña es que cada vez que se pronuncia esta palabra no nos vengan a la cabeza todas las cosas que tienen que ver con el verbo nacer. Si los nacionalistas hubiesen hecho bien su tarea cada vez que hablasen de nación pensaríamos en una madre y un hijo; en un padre que espera; en una familia feliz; en un pueblo que vive porque siguen naciendo niños y que es por eso vitoreado. Sin embargo lo que resuena a menudo encadenado al nacionalismo y al nazismo y a la nación son palabras ruidosas o macabras como revolución, revuelta, guerra, imperialismo, conquista, terrorismo. Yo se que hay nacionalistas razonables que no exageran, y entiendo que peor que los amores desordenados son los muy desordenados. Pero el hecho sociológico, lingüístico y semántico es éste: que nadie asocia al nacionalismo la promoción de la natalidad sino una idea abstracta de nación. Siempre me gustó la expresión clásica “ser de nación...” porque define la simultaneidad de afectos territoriales a los que uno se puede sentir vinculado según haya sido su lugar de nacimiento. Uno puede ser tudelano de nación y al mismo tiempo “de nación” ribereño y navarro y pirenaico e iberico y español y europeo e hispano y occidental. Nacer en un sitio es importante, pero ¿tanto como saber quiénes son tus padres, aunque sean adoptivos, es decir, tu Patria?. Creo que el dicho está muy bien dicho: no de donde se nace, sino de donde se “PACE”.

F. Javier Garisoain