HOGAR

38. HOGAR

EN los Estados Unidos, esa especie de gran bola de cristal en que las cosas del futuro suceden antes, se calcula que casi el 20% de su población trabajará desde su casa en el año 2005. Si progresan un poco más tal vez lleguen a alcanzar los niveles de calidad de vida que nosotros ya teníamos en el siglo XIII. Sesudos analistas económicos han descubierto ahora que trabajar en casa es lo mejor del mundo, que así uno se ahorra atascos y viajes inútiles, que trabajando en casa uno está más cómodo, que incluso la familia y el hogar resultan revalorizados cuando esas viviendas que con tanto sacrificio adquirimos son ocupadas y utilizadas para algo más que ver la tele. El hogar es la sede del fuego familiar desde los tiempos de las cavernas, y el calor físico y espiritual que lo convierte en “dulce hogar” se apaga y muere cuando casi nunca hay gente en casa o cuando el fuego resulta sustituido por el aparato televisor. Las estúpidas estadísticas que analizan el teletrabajo sólo contabilizan en España un 1% de teleoficinistas de esos que manipulan un ordenador enchufado en el salón. Si nos dijeran cuánta gente trabaja de verdad en su casa o junto a su casa -manteniendo así el fuego sagrado- entenderíamos mejor por qué todavía queda gente feliz. Y no sólo pienso en las beneméritas madres de familia; también trabajan “desde” su casa cientos de miles de porteros,  ganaderos, agricultores, hosteleros, tenderos, peluqueros, comerciantes, párrocos, monjas, abogados, dentistas, etc. Esta gente sí que es moderna. Y además ahorra mucha GASOLINA.

F. Javier Garisoain